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martes, 26 de julio de 2011

De Nueva York a Botsuana

Dieciseis estudiantes de Harlem y el Bronx viajaron a Botsuana para rodar unos documentales sobre el VIH / sida. Era uno de los asuntos que relacionaban con África, aparte del hambre, las guerras y la pobreza. Bueno, y hermosos paisajes. Es lo que veían en televisión. Al llegar, sin embargo, descubrieron con sus propios ojos que había muchas otras cosas por contar. Por Beatriz Barral.

Cuando pensaban en África, a la mayoría de estos adolescentes de los barrios neoyorquinos de Harlem y el Bronx, les venía a la cabeza aquello que ven por televisión: hambre, pobreza, enfermedades y hermosos paisajes. Muchos de ellos nunca habían salido de Estados Unidos; hasta que tuvieron la oportunidad de viajar a Botsuana.

Dieciseis estudiantes, de entre 15 y 18 años, participaron en un programa de la fundación HEAF que les llevó, a finales de junio, hasta el país africano. “El objetivo del viaje era que los alumnos aprendieran sobre su particular historia, su notable desarrollo económico y su trayectoria democrática. También que se acercaran a la pandemia del sida, que en el país sigue teniendo tasas altísimas. Y todo esto con el fin último de beneficiar a la comunidad con la que iban a trabajar”, explica Danielle Moss, presidenta de la Fundación HEAF, a Guinguinbali.

La idea era grabar una serie de documentales con adolescentes botsuanos. Mientras preparaban el proyecto en Nueva York, eligieron como tema para los vídeos el sida, pero al llegar a Botsuana la idea cambió. “Descubrimos que los adolescentes allí estaban cansados de hablar del sida”, añade Moss. “No queríamos hacerlo desde nuestra perspectiva. Trabajando con los chicos nos dimos cuenta de que querían hablar de otras cosas. Era su película. Nosotros sólo les enseñamos cómo rodarlo, pero queríamos que ellos contaran sus historias. Y ellos querían hablar sobre cómo tener éxito”, dice Samantha Ramos, una de las alumnas que viajó a África. “Una de las cosas que más les preocupaba era su educación. Nosotros tenemos acceso a educación gratuita. Ellos no. Y estaban preocupados porque a veces no tienen ni el dinero, ni el apoyo desde su entorno, para ir a la universidad. También querían hablar de cómo los cambios que se están produciendo en todo el mundo pueden beneficiarles, pero también perjudicarles”.

Samantha tiene 16 años. Está terminando la secundaria y preparándose para ir a la universidad. “Sé lo que me gustaría hacer, pero aún cambio de opinión cuando conozco nuevas cosas”. Era su primer viaje al extranjero. ¿Qué esperaba encontrarse? “Antes del viaje pasamos seis meses estudiando el país y comunicándonos por carta con los estudiantes. Esperábamos encontrarnos chicos como nosotros. Y eso fue lo que ocurrió. Gracias a las cartas que habíamos intercambiado con ellos, ya no nos esperábamos la imagen de pobreza que transmiten los medios”.

Samantha reconoce que algunas cosas sí le sorprendieron. “Pensábamos que serían ciudades con rascacielos, como Nueva York. También nos sorprendió que hiciera frío. Era invierno para ellos. Aunque nos advirtieron, nunca piensas que en África hace frío”.

Su profesora asegura que la idea que tenían los chicos sobre África cambió. “Su percepción evolucionó. Se dieron cuanta de que África es mucho más que lo que suelen ver en los medios de comunicación de EEUU. Muchos nos decían que se imaginaban viviendo allí e incluso que los barrios eran mejores que algunos de Nueva York”.

El descubrimiento fue mutuo. “Ellos también tenían prejuicios sobre los americanos- explica Samantha- Pensaban que todos tendríamos casas bonitas y coches. Esperaban que tuviéramos otra actitud. No, tengo 16 años y vivo en NY. ¡Claro que no tengo coche!”

Ya de vuelta en Estados Unidos, los chicos trabajan ahora editando los documentales. Hablan del sida, sí, pero también de la huelga de profesores que paralizó las escuelas por 3 meses y de los retos que tiene Botsuana por delante. Cuando los terminen, los vídeos se emitirán en Botsuana. Serán un altavoz de los problemas que preocupan a los jóvenes del país. Unas inquietudes que, según Samantha, no se diferencian demasiado de las suyas. “El viaje me sirvió para darme aún más cuenta de que son igual que nosotros, que les preocupan las mismas cosas: tener una buena educación, trabajo, éxito…Nos dimos cuenta de que ni África es como la reflejan los medios americanos, ni Estados Unidos es como aparece en los medios africanos”.

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